7 lecciones de economía en Asia y América Latina (Cómo y por qué se alcanza la prosperidad)


Escribe Jon Basil Utley (*)

Me ha tocado vivir en muchas naciones y si un denominador común he encontrado en todas es que, independientemente de sus religiones y filosofías, sólo aquellas en las cuales hay mercados libres surge la prosperidad.
Las reglas son simples y conocidas; han sido probadas una y otra vez. El capitalismo moderno de libre mercado es tan increíblemente productivo que hasta la más ineficiente economía puede crecer, aunque sea a bajas tasas. Pero no hay un camino intermedio. Hay quienes ven como modelos a Suecia y Alemania, pero a ambos no les ha ido, relativamente, bien. Alemania gasta más de US$ 150,000 millones en beneficios de desempleo, sus inversionistas y empresarios huyen a otros países y, según el Foro Económico Global, su competitividad se ubica en un octavo lugar mundial, debajo de Suiza y Singapur.
Hasta antes del extraordinario crecimiento de los países asiáticos, los economistas no creían que un país pudiera crecer a 7% ó 9% cada año. Chile y Hong Kong fueron los primeros en realizar grandes cambios. El primero acabó con su economía estatista y su irracionalidad económica; el segundo, sin recurso natural alguno, pero con una moneda estable, respeto por las leyes y libre comercio, se dedicó a crecer sostenidamente.
Éstas son las reglas básicas para alcanzar la prosperidad:

Respeto por las leyes y derechos de propiedad
Cuán cierto es el hecho que las personas son más productivas cuando su propiedad está segura y, sin embargo, es la primera regla que se viola en el mundo. En El otro sendero, Hernando de Soto, describe el calvario del pobre latinoamericano para legalizar su propiedad o poner un simple negocio. Mientras a un norteamericano en Florida esto le toma un día y unos cuantos dólares, al latinoamericano le puede tomar meses y cientos de dólares. Sin un marco legal confiable no hay visión de largo plazo que promueva la inversión nacional e internacional en grandes obras de infraestructura.

Agricultura

Sin buena alimentación no se puede ser saludable ni optimista, y la inversión y el trabajo fuerte se hacen difíciles. Todas las naciones prósperas de Asia y Latinoamérica dieron prioridad a la agricultura. Cuando ésta fue destruida (Perón en Argentina y Velasco en Perú) la pobreza no tardó en llegar. En el caso argentino, altos impuestos en la agricultura sirvieron para subsidiar bajos impuestos en la industria, doblegando a una de las naciones más ricas.
Un estudio del Banco Mundial encontró que en aquellos países en que el sector agricultura perdió participación como porcentaje de la producción y el empleo, la producción agrícola y la productividad aumentaron considerablemente. Es decir, la industria crecía más rápido en países donde la agricultura era una prioridad. Esto se debe a que la agricultura crea eslabonamientos con la industria local, desde maquinaria y vehículos hasta manufactura ligera y servicios.
El estudio del Banco Mundial The East Asian Miracle mostraba cómo los salarios eran similares tanto para campesinos como para trabajadores industriales. Esto permitía que la gente se quedara en el campo y no migrara a las ciudades en busca de trabajo. Los inmensos círculos de pobreza que rodean a las grandes ciudades latinoamericanas muestran qué sucede cuando la agricultura colapsa.

Impuestos bajos y moneda estable para incentivar el ahorro

En épocas de mayor crecimiento, los países asiáticos tenían tasas de ahorro doméstico de 30% del PBI. Esto sólo se consigue cuando las tasas de interés reales para los ahorros son positivas, de lo contrario, el ahorro no tiene sentido.
El sistema tributario también puede jugar un papel promotor: En Taiwán, los intereses en cuentas de ahorro que no se tocan dos o más años, están exentos de impuestos. Altas tasas de ahorro interno vuelven menos dependiente al país del capital externo y de las fluctuaciones internacionales. Impuestos altos paralizan o informalizan la economía. Por eso Hong Kong desde un comienzo limitó sus tasas a un 16%. Bangladesh e India tenían impuestos a la renta de hasta 60% para ingresos de sólo US$ 3,000 anuales. Los extranjeros en Bangladesh, sin embargo, pagaban sólo 30% como si fuesen los únicos que pudieran crear riqueza.
La creación de riqueza fue siempre un concepto difícil de entender para los tercermundistas imbuidos del marxismo; creían que la riqueza era constante y sólo cabía distribuirla equitativamente. Hoy se sabe que la riqueza la crean los ciudadanos. Los recursos naturales podrán tener valor, pero la riqueza proviene del cerebro humano. Cuando vivía en Sudamérica, recuerdo a intelectuales que pensaban que la riqueza sólo provenía de la tierra, el subsuelo y las corporaciones extranjeras. Recién hace poco se han dado cuenta de la importancia de liberar el potencial y el capital de sus ciudadanos.

Educación

Todas las naciones asiáticas que prosperaron invirtieron en educación básica. Lo interesante es que el subsidio a la educación sirvió de substituto a los mecanismos de redistribución del ingreso, común en sociedades de bienestar. La movilidad social se daba por medio de la educación; las recompensas económicas llegaban a quienes estudiaban, trabajaban y ahorraban.

Actividad empresarial

Es la clave para el desarrollo y la prosperidad; el camino de oportunidad para los pobres y de menor educación. Los empresarios no necesitan gran educación. De hecho, y como mostró Hernando de Soto en Perú, muchos son campesinos iletrados, pero son hombres y mujeres con “chispa”, hambre de reconocimiento y triunfo, habilidad natural para motivar a otros, recaudar fondos y trabajar horas interminables.
Todas las naciones quieren industria de “alta tecnología”, pero no se puede tener sin otras de “baja tecnología”. Para eso es necesario dar libertad a quienes crean estos pequeños negocios y brindan estos servicios. La manufactura es una decreciente fuente de demanda laboral. Estados Unidos emplea a un 17% de la fuerza laboral. La mayoría de futuros puestos de trabajo están en el sector servicios (70%) y hacia este sector irán los trabajadores mejor pagados del sector de alta tecnología.
La prioridad de todo gobierno es proveer una infraestructura moderna, comunicaciones, puertos y autopistas. Debería invertir en facilitar el intercambio de bienes y de conocimiento dentro de una nación.

Fuerza laboral

En comparación con los de Europa, los ciudadanos del Sureste asiático han tenido mucho menos conflictos laborales. Trabajaron juntos por el bien nacional. Esto fue posible porque veían cómo su ingreso real aumentaba rápidamente. En 20 años pasaron de la pobreza extrema a un nivel comparable al de Europa Occidental. En Taiwán, en 1975, los salarios reales equivalían al 6% de los salarios en EE UU; en 1995 llegaban al 43%. En Corea del Sur, en similar período, pasaron de 5% a 43%; en Singapur, de 13% a 43%. En Latinoamérica, en cambio, los sindicatos fueron siempre una fuerza negativa; controlados por marxistas, presionaban a sus gobiernos para continuar políticas estatistas que anulaban el crecimiento económico. En Bolivia y Perú, las leyes laborales prohibían el despido laboral después de 90 días en el puesto. En Perú, entonces, las empresas contrataban por 85 días y despedían antes del plazo; mantenían sólo a empleados encargados de entrenar al siguiente grupo que trabajaría por otros 85 días.
El problema era que los latinoamericanos pensaban que la creación de riqueza sólo podía provenir de los extranjeros, los que, a su vez, explotaban a sus países. Una historia típica se dio en Bolivia, en los años setenta. Pilotos norteamericanos invirtieron en una empresa para ensamblar pilas. El negocio iba bien y contrataron más empleados. Pero cuando el negocio tuvo altibajos y quisieron despedir a algunos, la ley no se los permitió. Tras perder dinero por un año, abandonaron la empresa. Los trabajadores asumieron el control por unos meses; al final, todos perdieron sus puestos de trabajo y Bolivia perdió su fábrica de pilas.
Algunas grandes transnacionales pueden soportar el peso de esas regulaciones laborales, por su visión de largo plazo y porque pueden alternar la producción entre diferentes países; pero para las pequeñas empresas, los dínamos del capitalismo, es casi imposible.
Las pequeñas empresas de industria y servicios sólo pueden crecer cuando el empresario tiene la facultad de contratar y despedir personal sin mayores obstáculos. Esto es crucial para generar gran cantidad de puestos de trabajo en sectores que usan intensivamente mano de obra.
La economía informal es muy pobre sustituto. En Perú y Argentina, 60% de la actividad económica es informal. En Europa, a Italia le va relativamente mejor debido a que una parte de su economía está “fuera de los libros contables”: hay demasiadas regulaciones laborales y el poder de los sindicatos es enorme; eso explica, en parte, por qué su tasa de desempleo es el doble de la norteamericana. La informalidad, sin embargo, no es eficiente: no tiene acceso al crédito o lo tiene a costo más alto, y gran parte del tiempo de los gerentes se ocupa en pagar sobornos, no en producir.
En Méjico, las “maquiladoras”, empresas ubicadas en la frontera con EE UU, han jugado un papel importante en el crecimiento económico, precisamente, por estar libres de regulaciones laborales. Han crecido a tasas de 25% anual, año tras año, desde 1966, y sirven de ejemplo al resto del país sobre cómo crecer sin restricciones en el mercado laboral.
Ejemplo de lo que sucede cuando se busca intervenir en los mercados son Corea del Sur y Singapur en los inicios de su despegue: tratar de mantener los salarios artificialmente bajos para aumentar el empleo hizo que en Corea ganaran poder los sindicatos, mientras en Singapur se produjo escasez laboral. Hong Kong, en cambio, libre de restricciones laborales y sindicales, mostró el mayor crecimiento en salarios y puestos laborales en la región.

Burocracia y planeamiento económico
Un buen planeamiento económico es como una buena dictadura: casi imposible de encontrar. Al comienzo, sin embargo, japoneses y coreanos fueron exitosos “planificadores” e hicieron lo imposible por aislar a sus burocracias de presiones democráticas. Los funcionarios de más alto rango recibían sueldos equivalentes a los que, por su capacidad y experiencia, hubieran recibido en el sector privado. Con el tiempo, en el caso japonés se ha creado una burocracia demasiado corrupta cuya única misión pareciera ser la intervención en toda actividad económica.
En el caso coreano, la planificación se hizo para favorecer ciertos proyectos de inversión; sus funcionarios optaron por acero y automóviles. Hoy Corea tiene cinco fábricas de automóviles y una industria del acero sobreendeudada y con un retorno a la inversión mediocre. Según un estudio del Banco Mundial, Corea ocupaba los últimos lugares en su índice de adaptación tecnológica, mientras Hong Kong, sin ninguna planificación o control económico, ocupaba uno de los primeros y presentaba una adaptabilidad cinco veces mayor.
Estos errores tiene una razón: el burócrata siempre opta por la sabiduría convencional, es decir, la sabiduría del pasado. El empresario, en cambio, gusta experimentar con ideas y tecnologías nuevas; muchas fracasarán, pero las pocas exitosas producirán las nuevas industrias del mañana. Un empresario que vea la posibilidad de obtener grandes ganancias, arriesgará su dinero en una nueva empresa. El funcionario sólo hace lo que es convencional y, por lo general, lucha batallas del pasado.
Donde es importante y puede ayudar la inversión gubernamental es en proyectos de infraestructura: desarrollo agrícola, buenas carreteras y buenos puertos. Para crear puestos de trabajo se necesitan leyes que favorezcan las industrias intensivas en mano de obra. Taiwán siguió este tipo de planificación, en educación y en infraestructura, y no se dedicó a favorecer a un sector a costa de otro.
Algo de planificación puede ser bueno en una etapa inicial del desarrollo, pero no después, cuando la economía ya navega con viento de cola.

* Associate Publisher de la revista The American Conservative y Robert A. Taft Fellow, Ludwig von Mises Institute.

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