Descuartizar en el Perú. Salen en libertad los asesinos de Solsiret Rodríguez

Padres de Solsiret Rodríguez Aybar. Foto: Perú21

El 23 de agosto de 2016, Solsiret Rodríguez Aybar, estudiante de Sociología de la Universidad Federico Villarreal, desapareció de la casa donde vivía con su pareja, Brian Villanueva, y con sus dos hijos pequeños. En la misma casa vivía, además, la familia de su pareja. Sus padres la buscaron por todo Lima, salieron en televisión, tuvieron el apoyo de los noticieros radiales y de colectivos feministas que realizaban plantones exigiendo más interés de parte de las autoridades por este caso, que se suponía un feminicidio más. La búsqueda fue larga e infructuosa y no hubo comisaría ni hospital que no visitaran los padres buscando a su hija. Pero Solsiret Rodríguez nunca salió de la casa donde vivía, en el Callao. O al menos no salió completa.

Aquella noche del 23 de agosto de 2016, Solsiret tuvo una fuerte discusión con su concuñada, Andrea Aguirre, quien, al ser descubierta cuatro años después, confesó que la había matado de manera accidental y que, por temor a lo que pasaría, había llamado a su pareja, Kevin Villanueva (hermano de Brian Villanueva, gemelos), para que vieran juntos qué podían hacer. Entonces la descuartizaron. Andrea Aguirre se quedó con la cabeza de Solsiret, que mantuvo en un envase plástico en el baño de la casa de sus padres. Una pierna seccionada en tres partes estaba en su ropero, las partes envueltas en periódicos. Los brazos, la otra pierna y el torso fueron enterrados en varios lugares del Cercado de Lima por su pareja, Kevin Villanueva.

Luego del espantoso crimen, la madre de Brian Villanueva, Yolanda Castillo, sabiendo lo ocurrido, cambió los muebles y el piso de la habitación donde su hijo y su nuera asesinaron y desmembraron a Solsiret. Brian Villanueva fue a la comisaría días después a denunciar a Solsiret por abandono de hogar y, luego, como evidencia de que Solsiret seguía viva pero lejos de su hogar, mostró a la policía el registro telefónico de las supuestas llamadas que él recibía cada cierto tiempo, supuestamente de Solsiret. El chip del celular de Solsiret lo tuvo siempre Andrea Aguirre, quien lo había retirado para colocarlo en su propio equipo, desde donde hacía las llamadas para despistar a la policía y justificar la denuncia de Kevin Villanueva.

Condenados ambos a una prisión preventiva que terminó el pasado 12 de mayo, los acusados de homicidio calificado (y probable feminicidio en una figura legal llena de vacíos a la fecha), saldrán libres esta semana por exceso de carcelería, en lo que se ha considerado una burla a la justicia y a los padres que, desde el momento en que apareció parte del cadáver de su hija, no han cesado de exigir justicia en todos los medios de comunicación posibles. Y es esto último lo que ha llamado la atención: el día de hoy el padre de Solsiret denunció en los noticieros matutinos que han sido los mismos colegiados que ven el caso quienes les han advertido que se alejen de las cámaras y que no declaren a la prensa porque “esa presión no va a influir en su decisión”. ¿A qué decisión se refieren? ¿A que quizá están considerando la posibilidad de declarar inocentes a dos asesinos confesos? ¿A eso se refieren los jueces?

Recuerdo el caso por la gran impresión que me causó, y quizá por eso mismo la noticia de hoy me ha dejado movido por dentro, descolocado y profundamente triste. Ver la imagen de los padres exigiendo -casi derrotados en sus miradas- un poco de justicia, le quita el piso al más plantado. Y queda además una desazón sobre la forma en que se imparte la justicia en el Perú, pero esto último se ha repetido ya tantas veces que se ha convertido en una frase cliché cada vez que ocurre algo así. Creo entender, a estas horas de la noche en que termino de escribir esto, a qué se debe: a que no será ni la primera ni la última vez. Y ahí radica entonces la tristeza.

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