Nuevos libros, nuevos logros... (contra viento y marea, ¡JÁ!)

En 1961 con la aparición de Los inocentes, un grupo de intelectuales suscribieron una petición al ministro de educación para que se le quitara el título de profesor. ¿La razón? la entrada en escena de un escritor que usaba un lenguaje sincero, desgarrador, hermoso en sus figuras a pesar de su crudeza y su intención: mostrar el verdadero rostro de una sociedad desesperada y desesperante, que buscaba entre sus miserias una posible salida a la felicidad o la redención. En 1965, en medio de una serie de cambios sociales en un Perú convulso y desgarrado por sus propios líderes, Reynoso entrega En octubre no hay milagros, y alguien dijo que había que lanzar ese libro al estercolero. Nadie recuerda sus nombres, pero todos sabemos que Oswaldo Reynoso es desde entonces, un clásico irrefutable de las letras peruanas.

¿Por qué las historias de Reynoso subyugan a los lectores jóvenes y renueva su legión de admiradores año tras año? ¿Cuál es el secreto que lo ha convertido en un autor de culto? La respuesta quizá la hallemos en las páginas de este libro, donde el alter ego del autor confiesa su peor pesadilla: “…le pregunto ¿cómo me vas a aniquilar? y la malagua retorciéndose me grita con lo que más quieres y yo le digo que le tengo piedad por su terrible soledad…y Oswaldo… dice que na­die podrá aniquilarlo y que seguirá hasta el úl­timo día de su vida creyendo en la piedad así llegue a la locura…”

La locura, ilusiones, el barrio y la collera, amistad y traición, la peligrosa sensualidad de la noche, la búsqueda permanente del amor... El escarabajo y el hombre es una novela cuya potencia, narrada en tres tonos distintos, la convierte en el fresco de una juventud desbocada y hambrienta por vivir, una puerta al seductor lado oscuro de la condición humana. Una juventud rodeada de esa inocencia perdida y embebida de aquel ligero gusto por el mal por el que todos, sin lugar a dudas, alguna vez hemos transitado.

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