Seek & Destroy (pequeña crónica de un reventón anunciado)



Cuando las 50 mil almas que ocupábamos el estadio de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos escuchamos los primeros acordes del estupendo The Ecstasy of Golf, supimos que no era un sueño: la legendaria megabanda Metallica estaba en Lima. Estaba tocando en San Marcos. Estaba tocando para nosotros.
Empezó Creeping Death y los edificios del complejo habitacional Mirones temblaban con cada salto de los asistentes. Le tocó el turno a Fuel: el fuego incendió la noche y empezó el mejor pogo de la noche. Cuando estaba en el colegio (hace poco más de 20 años) escuchar a Metallica estaba prohibido, eran satánicos, sus acordes y riff nos llevarían directo a la quinta paila del infierno. Yo dibujaba esqueletos desesperados dentro de una licuadora en mi cuaderno de matemáticas. Los curas ya no sabían cómo meternos en el cerebro que estábamos pactando con Satán cada vez que íbamos a polvos azules a comprar cassettes de metal. Harvesters of Sorrow provocó el inicio de miles de luces de celulares que se movían al ritmo de la canción. Cuatro canciones más y ya en el delirio de la ronquera soltaron One. Los fuegos artificiales fueron el marco ideal para iluminar a 50 mil rockeros, todos de pie, saltando, aplaudiendo, cantando, gritando, pogueando, reventándose la garganta de alegría. A mi lado mi editor maldecía no poder tomarse una cerveza por los antibióticos, pero igual saltaba que daba miedo: Master of puppets fue la locura. De un lado a otro la horda de gente que coreaba la canción se dejaba llevar con cada salto, un mar de manos se elevaban al cielo con la señal de los cuernos, cien mil brazos que se agitaban rasguñando una noche inolvidable. A un lado los bomberos rociaban con agua a los sofocados por el cansancio de la batalla metal, algunas chicas iban directo a la enfermería (en camilla, se entiende). Enter Sandman fue el deshueve, faltaba el aire pero la tierra se cuarteaba con cada grito de James Hetfield. Los que estuvieron acampando durante dos días en la puerta del estadio para conseguir la mejor ubicación sonreían satisfechos. Los polos completamente mojados eran prueba de que la noche estaba siendo complaciente con todos. Antes de despedirse sonó Blackened y una chica de negro soltó unas lágrimas de la emoción. No sé exactamente cuándo empezó mi gusto por el metal, en qué momento de los ochentas, en qué año, con qué detonante. Sólo recuerdo con un cariño infinito que al regresar al escenario, Metallica soltó Seek and Destroy y yo recordé que una tarde hace más de 20 años, saliendo del colegio, encendiendo el walkman y subiendo todo el volumen, caminé hacia mi casa pensando en que la quinta paila del infierno jamás podría ser tan aburrida. Este fue, definitivamente, uno de los mejores conciertos de mi vida.



Fotos: El Comercio, RPP, Andina, Metontour.com

Comentarios

Anónimo dijo…
Bueno tío, se nota que te gusta y la pasaste molt bé, que bueno!!! Hay que disfrutar de la vida y de las cosas que nos dan satisfacciones!!! ;)
Anónimo dijo…
Jajaja Jajaja apostamos lo que dice arriba jajaja jajaja Rimachi es un vendido jajaja jajaja
Un vendido??? y por qué??? ahhhhh estos anónimos, encima burros que no entienden nada de nada...
Kaz dijo…
Buena nota Rimarchi. Yo estuve ahí, en la última fila gracias (gracias?) a mi hermano de 14 años que hizo posible que estuviese en aquel concierto. No soy muy asiduo del metal, sólo he oido un par de canciones de Metalica (las más conocidas, claro está) pero aquel día senti que toda esa energía que transmitia la gente se apoderaba de mi.

Saliendo del tema, alrededor de hace cautro o cinco meses una amiga te mandó un escrito mio llamado ``L-ima`` seguro no has de recordarlo pero eso es lo de menos, ,mas quería agradecerte el hecho de tomarte la molestia en leerlo y criticarlo. Gracias.

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