Sí, lo admito: yo aborté.


Quienes me conocen, saben que quiero mucho a mis amigos, que son además personas muy talentosas que admiro y respeto, con quienes comparto locuras y textos, calle y vida, mundo y recuerdos. Por eso el día de hoy no pude contener ese ahogo que de pronto me invadió, ese temblor en los ojos al leer en la columna del periodista César Hildebrandt, un texto de mi querida amiga, la poeta Cecilia Podestá, donde confiesa que alguna vez abortó en un consultorio clandestino. Una confesión valiente, sentida, sincera y desgarradora de lo que tuvo que pasar alguna vez (como muchos de nosotros cuando jóvenes). Por eso la posteo hoy, pues si admiraba a Cecilia como poeta, amiga y mujer (es increíble que una persona tan chiquita tenga tanta energía, talento y creatividad para hacer miles de cosas al mismo tiempo), pues ahora la admiro también por la valentía de asumirse ella misma como persona y ser la dueña de su destino, de su vida, y de compartir sin hipocresías ni melodramas mexicanos (lo criaré yo solita, será mi hijito, trabajaré toda mi vida triple turno, dejaré los estudios, te juro que seremos felices contigo o sin ti, viviremos en una chozita de una pieza pero juntitos, no me importa lo que diga el mundo) que tomó una decisión sabia pero dolorosa. Una decisión personal, que ahora comparte con todo el mundo: y estoy seguro que mucho le ha costado hacerlo. Acá el texto:

"Tenía diecinueve años y miedo a morir por sobre todas las cosas. Una aguja me penetró y me inyectaron un sedante a través del mismo cuello uterino, después el doctor comenzaría la operación. Las piernas abiertas, frías. La bata. La mano de Juan cogiendo la mía, diciéndome además que todo estaría bien después. Lo prometía y yo asentía con la cabeza. Tendríamos otros hijos, prometía. Estaba aterrada. En casa nada estaba bien y por lo mismo no quería que lo supieran. Mi madre me tuvo sólo un poco más joven que yo. Por eso mismo, entre otras cosas, no tenía más opciones.

Después de saberlo Juan y yo fuimos a buscar al médico una tarde en la avenida Venezuela, dentro de un edificio antiguo que parecía caerse a pedazos. Nos cobraría cien dólares y debía operarme lo antes posible. Era martes y me hizo una cita para el viernes. Pasamos esos días casi sin vernos a la cara. Cuando él me tocaba la panza, que aun no crecía, yo le retiraba la mano y con la otra me secaba la cara porque lloraba y después secaba la suya. ¿Y si lo intentamos? No, respondía seca y hasta brusca. No lo quería. Estábamos en la universidad, en segundo año, y todo debía seguir de la misma manera. Eso era muy claro para mí. Pero después otra cosa empezó a asustarme aun más. ¿Y si muero? ¿Si las cosas salen mal y muero? ¿Juan iría preso? ¿Mi familia lo sabría? Por qué debía ocurrir de esa manera? ¿Por qué optar por mí debía ser ilegal? Cometí un error y necesitaba solucionarlo. En mi cuerpo estaba gestándose algo que cambiaría mi vida y me negaba a eso. Tenía derecho. ¿Por qué entonces, maldición, mi gobierno -elegido también por mí-, podía decidir sobre mí, anulándome? Después de pelear, le gritaba con rabia a Juan que todos eran una sarta de hipócritas y me iba tirando la puerta, buscando caminar por horas, habiendo perdido el rumbo y dándome cuenta que dentro de mí había algo que podría convertirse en una persona y que me aterraba no ser suficiente para ambos. Tenía tanto miedo como rabia. Finalmente, estaba decidiendo por mí. Me sentía atrapada por la legalidad y sus laberintos, por la culpa puesta como una semilla o maldición por la religión. Empecé a ver a los curas como farsantes, viviendo de millonarias donaciones, mal informando a mujeres cuyos hijos son consecuencia de sus palabras e ignorancia y que, a su vez, sirven para recibir más donaciones en un ciclo eterno que tiene de cómplice al Estado, que los apoya contradiciendo sus planes del control de la natalidad.

¿Dónde está dios cuando usan su nombre para producir niños en masa que lloran en la miseria y el abuso y son, además, consecuencia de las palabras de un religioso distante que convenció a su madre de cuidarse naturalmente o de tenerlo? La iglesia en este país ya no tiene nada que ver con la fe, es ahora un sistema político y corrupto con demasiada influencia y sin moral, dirigido por alguien que se mofa de los derechos humanos.
El Estado me quitaba una decisión que tenía que ser absolutamente mía, a pesar de que naciera de un error, incluso a pesar de que atentara contra mí. Yo sabía que en los siguientes años mi memoria quedaría detenida en un solo acto y ese acto era la operación. No me equivoqué. Me sentía presa en medio de mi propio país. Invadían mi cuerpo y me decían qué hacer y qué no hacer con él. Lo ordenaban. La coacción: la moral, la cárcel, el dolor. ¿Cómo se atreven? Era mi decisión. Me la quitaban y solo me quedaba acudir a un consultorio clandestino, con miedo a morir por una mala práctica mientras el gobierno y la iglesia seguían aprovechándose de mí al convertir una decisión dolorosa e íntima en algo ilegal y corrupto. Mi cuerpo es legal, mi aborto debe serlo también, mi dolor será algo que yo deba resolver. Y me preguntaba: qué pudieron sentir las mujeres violadas, antes, cuando no había pastilla del día siguiente. La ley condena la violación pero los gobiernos de turno condenaron a muchas mujeres también y las encerraron dentro de sus cuerpos a amar la consecuencia de un acto violento y desgraciado. Yo aborté. Yo aborté y durante años me lo repetí todos los días y a cada segundo.

Juan y yo nos dejamos un año después, al darnos cuenta de que nuestra decisión fue irreversible. Han pasado diez años y ahora quiero decirlo: yo aborté. No sé cómo hubiera sido mi vida de tener a ese niño, pero sé que tomé la mejor decisión y debió ser legal y no debí tener miedo a morir dentro de un consultorio clandestino cerca de otras mujeres asustadas. Creo en el derecho a la vida como cualquier persona, pero no en el fanatismo de conceder la facultad de ser vivo a lo que aun no llega a serlo. Abortar es algo emocionalmente muy doloroso, lo sabemos las mujeres que pasamos por eso, pero es un sacrificio que no debe ser juzgado ni por la hipocresía ni por una legalidad invasiva y tiránica. Si fue mi decisión, me juzgo yo. Lo que el médico sacó de mí, pedí verlo y cometí un error. Esa mancha –lo supe- regresaría por mi cada noche en la que apagara las luces, me haría perder muchísimas cosas, destruir también otras y pagar consecuencias terribles. Sin embargo, lo repito y lo haré a cualquier persona que me lo pregunte: Sí, yo aborté, fue mi decisión y debió ser legal."

Comentarios

Rabanito dijo…
Esa mujer está raciolanizando, no es muy inteligente... pero es astuta.

Yo no aborté, yo no soy mexicana ni me imagino siendo una heroína, el aceptar la vida que estoy gestando no es prosaico, es lo que debe hacerse si se tiene un poco de respeto por la vida.

Yo no aborté por que en algún momento fui un feto, yo no aborté por que mis elecciones terminan donde comienzan las de otros. La mejor decisión vulnera a quien ya vive, a quien es ya un ser humano a pesar de las palabras deshumanizantes, a pesar de las mentiras y racionalizaciones con las que tratan de convencerse siempre que hicieron lo correcto. No aborto por que no soy una sociópata y puedo ponerme en el lugar del otro y otra cosa más; no aborto por que aún así fuera legal, seguiría siendo inseguro.
"el aceptar la vida que estoy gestando no es prosaico, es lo que debe hacerse..." Si ES LO QUE crees que TIENES QUE HACER, y eso no arruinará tu vida ni la de la otra persona (o tal vez creas que no se la arruinarás y esa sea entonces tu peor paso) pues es tu decisión, y eso nadie lo critica. La decisión de abortar obedece a una cuestión personal, y el que sea legal aseguraría que miles de mujeres no mueran en quirófanos cladestinos cada año, y la solución a esto no es decir "pues por qué no usaron condón", "por qué no tomaron la píldora", sé de muchos (muchos) casos en que estas chicas se embarazaron para "retener" a la otra persona: craso error, consecuencia: sus propias vidas arruinadas porque nadie te obliga a querer a nadie, menos a hacerte cargo de esa persona (me refiero a la mujer que ya después de los 18 años es responsable de sus actos de manera independiente). Con todo, yo creo que el aborto debe legalizarze y con él se debe iniciar además una fuerte e intensiva campaña de información. Ser madre es una opción, y esta palabra te da la chance de escoger: y eso es un derecho. Saludos.
Rabanito dijo…
"Si ES LO QUE crees que TIENES QUE HACER, y eso no arruinará tu vida ni la de la otra persona (o tal vez creas que no se la arruinarás y esa sea entonces tu peor paso) pues es tu decisión, y eso nadie lo critica."

Es que asesinar no es una decisión; es un acto cobarde. Yo no aborto y soy responsable; aborto y eludo una


"La decisión de abortar obedece a una cuestión personal, y el que sea legal aseguraría que miles de mujeres no mueran en quirófanos cladestinos cada año..."

Dícelo a quien dijo esto:

"Si el aborto se trata sólo de derechos de la mujer [...] Entonces: ¿Cuáles fueron los míos? No había una feminista radical que se paraba y gritaba sobre cómo mis derechos se violaban aquel día. De hecho mi vida estaba siendo apagada en el nombre de los derechos de la mujer".


Gianna Jessen, sobreviviente a un aborto salino.

"y la solución a esto no es decir "pues por qué no usaron condón", "por qué no tomaron la píldora", sé de muchos (muchos) casos en que estas chicas se embarazaron para "retener" a la otra persona: craso error, consecuencia: sus propias vidas arruinadas porque nadie te obliga a querer a nadie, menos a hacerte cargo de esa persona (me refiero a la mujer que ya después de los 18 años es responsable de sus actos de manera independiente)."

Sí, lamentablemente el aborto deshumaniza al feto que ya es miembro de la especie humana. Sí, las mujeres como esta señorita usan a sus hijos como peones o rehenes... El aborto en EEUU (pais donde es legal) ha incrementado el maltrato infantil; le ha dado sutilmente la afirmación al común de que mientras m´s grade te vas haciendo más derechos adquieres.

"Con todo, yo creo que el aborto debe legalizarze y con él se debe iniciar además una fuerte e intensiva campaña de información. Ser madre es una opción, y esta palabra te da la chance de escoger: y eso es un derecho."

Las mujeres que abortan no dejan de ser madres, sólo se convierten en la madre de un niño muerto. Aprende la diferencia

Saludos
Dylan Forrester dijo…
Valiente confesión la de Podestá apesar de sus contradicciones personales referente al tema. Creo personalmente que la opción del aborto sólo es la opción de la muerte y que como seres pensantes estamos llamados a legislar para vida. Lo rescatable de todo esto es saber valorar y reconocer crudamente como Cecilia que nuestros "errores" siempre se cobran un precio.

Saludos.
Existe un principio fundamental, eso que se saco/abortó es un ser humano, Ser Madre es una opción, pero se ejerce antes de serlo no después, se opta antes de quedar embarazada, después ya lo eres, lo que empezó a rodar es un hijo, una ves que abortas eres madre de un hijo muerto. Negar que lo que tenía era un ser humano y a la ves un hijo es mentirse a si misma.

Legislar para que el estado permita corregir errores matando seres humanos a libre criterio y capricho de otro que no sea el mismo estado no es una buena opción para un estado de derecho.
Por que en ves de promover TANTO la decisión a abortar. No se promueve una mejor conciencia en la educación sexual?
Siempre es mejor tener respaldo para ``sacarse el problema´´ que para prevenirlo. Triste.

Lo que mas me incomoda es que, ella prejuzga como un ``melodrama mexicano´´ a la decisión de tener el niño aun sin ser esperado, pero ella se monta todo un show dramático lleno de secuelas evidentes de pos aborto decoradas con lagrimas superficiales y mensajes, al fin y al cabo, egoístas, eligió por la vida vida del niño, eligió por el derecho de su pareja a ser padre de esa criatura...
Considero que lo único que es irreversible es la muerte. El titulo debería ser: Si yo Aborte, Si yo Asesine.
Le guste o no, eligió su vida por sobre la de otra persona.

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