40 años de La Naranja Mecánica


La primera vez que vi a Malcolm McDowell en una película, fue cuando hizo de Calígula en esa magistral versión de Tinto Brass, otro maestro de lo erótico, el morbo y la locura del desenfreno (además de haber sido financiada por Pent House, lo que aseguraba un derroche de belleza). La escena de la invasión a Bretaña que termina en una orgía descomunal aún me provoca tersianas cuando la recuerdo. Y ni hablar de las otras películas de Brass, demencialmente eróticas. (Pueden ver la peli HACIENDO CLICK AQUI). De nada.

Bueno, volvamos al tema, mencionaba a McDowell porque se están celebrando los 40 años de esa otra joya del cine: La naranja mecánica (inspirada en una novela a la que no le fue nada bien en ventas cuando salió y que fue escrita en un arranque de rabia cuando el autor, Anthony Burguess, fue diagnosticado de un tumor cerebral y le dieran 1 año de vida. La violencia desplegada en esta cinta y el mensaje de desamor que hay en ella es tan fuerte, que es imposible quedarse impávido ante las escenas de aquella pandilla de jóvenes disfuncionales. La nota de hoy, publicada en el diario El País y que cuenta con una entrevista exclusiva a McDowell, nos acerca más a aquel mito que fue aquella cinta. Los dejo con un avance, pueden ver la entrevista completa en el enlace final.
Provecho.


40 años dando mal rollo
Un rostro desafiante mirando a cámara, unas pestañas postizas acentuando un solo ojo y un bombín negro. Ese es Malcolm McDowell y lo será siempre. Porque da igual que este año se cumpla el 40º aniversario de su ópera magna, La naranja mecánica; solo el genio de Stanley Kubrick supo encontrar en este actor británico ahora arrugado, aunque igual de arrogante, el talento maligno que marcó a todas las generaciones por venir. Kylie Minogue copió su estilo (para su Fever Tour de 2002), como antes o después lo han hecho David Bowie, Led Zeppelin, Bart Simpson, Blur, Usher, Lady Gaga o Madonna, por citar unos pocos iconos de la cultura pop. Y a McDowell lo dejaron seco a juzgar por una carrera con más tumbos y malos de cliché que trabajos de alcurnia.
Pero ¿cómo superar el peso de una obra maestra tan influyente? Las generaciones venideras se apropiaron del look transgresor del filme, pero domesticaron su contenido. A la hora de la verdad, solo la bravuconería de McDowell y el ojo de Kubrick fueron capaces de hacer de La naranja mecánica ese clásico que el propio director retiró de cartelera en Inglaterra, su país de residencia, por miedo a las represalias por su excesiva violencia. Su protagonista ahora disfruta de su merecida vuelta al ruedo con su nueva edición restaurada que fue estrenada en Cannes, y llega también en Blu-ray para que sigamos ante el televisor con los párpados despegados. Cuatro décadas más tarde, el círculo se ha cerrado.

ep3. ¿Le gustan los cumpleaños?
Malcolm McDowell. A veces, pero este es de los gordos. ¡Cuarenta tacos! Espero seguir por aquí cuando lleguemos a los 50. A estas alturas, vivo la película como ese miembro de la familia al que solo ves en estas grandes celebraciones.

ep3. ¿Y qué siente al volverla a ver?
M. M. Algo muy diferente a lo que sentí durante el rodaje. Sabía que hacíamos algo bueno, pero nunca me imaginé que marcaría un hito. La novela de Anthony Burgess era genial, una obra maestra, pero Kubrick fue quien hizo de ella una película increíble. El libro era tan denso que se necesitaba una mente como la de Stan para diseccionarlo y contarte de qué va.

ep3. ¿Y de qué va La naranja mecánica?
M. M. Yo siempre la vi como una comedia negra, tan maravillosa como hilarante. Pero cuando se estrenó, me sorprendió y me tocó las narices que nadie le pillara la sátira. Solo ahora el público es capaz de reírse con la cinta. Hicimos algo revolucionario que ha sido copiado hasta el infinito. Desde David Bowie hasta Madonna, no falta quien se ponga el bombín y la cojonera y emule sus imágenes.

ep3. ¿No cree que en esos homenajes nos venden una versión domesticada?
M. M. Las cosas son como son. Si nos copian toda la imaginería futurista de la película glorificando estas imágenes y vaciándolas de su contenido, qué le vamos a hacer. El mensaje está ahí. La naranja mecánica es un filme controvertido políticamente hablando y adelantado para su época. Todo lo que dice sobre las pandillas, las drogas y la violencia se ha hecho realidad. En la película, en cuanto llega la noche, todos están metidos en sus casas viendo la televisión. Sal una noche cualquiera en EE UU a la hora de American idol y dime qué ves. ¡No hay ni un alma en las calles!

ep3. ¿Cuánto de este mensaje estaba en la mente de Kubrick y cuánto en esa década prodigiosa que fueron los setenta?
M. M. Supuestamente, la idea del tratamiento Ludovico nace de los experimentos en las prisiones californianas en los cincuenta y los sesenta. Claro que en Inglaterra siempre que veíamos algo raro decíamos que venía de California [risas].

ep3. Pero Kubrick, ¿cómo era?
M. M. En otras cosas era muy meticuloso, pero no era un director demasiado bueno dando explicaciones. Si le preguntaba algo, decía: "Malcolm, ¡yo no soy la escuela de arte dramático!", a lo que yo le respondía guión en mano: "¿Ves lo que pone aquí? 'Director, S. Kubrick".


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