Mi último beso a Wilde


Dejar flores en una tumba, libros, fotografías, poemas escritos en una servilleta, velas encendidas… un beso, son muestras de cariño o admiración que el recuerdo provoca en quienes visitan a alguien que ha significado algo en la vida de uno. Me pasó en el Père Lachaise cuando, entre la locura que es ese laberinto plasmado en un plano lleno de nombres de personalidades que han marcado nuestro tiempo, descubrí con asombro y alegría, la tumba de Oscar Wilde. El monumento que representa a un hombre alado sobre una base de granito, estaba casi completamente cubierto de marcas de besos de cientos de visitantes (en su mayoría mujeres, dicen, suponiendo que uno sería incapaz de pintarse la boca para dejar su marca ahí, en la tumba de uno de sus escritores favoritos e inmortales), a pesar de estar prohibido. Decía Hemingway que quien tiene la suerte de conocer París en su juventud sabrá que París lo acompañará siempre, porque París siempre será una fiesta. Y es verdad. La fiesta alegórica que el recuerdo trae esta mañana soleada me provoca una sonrisa, recordando aquella tarde en que, en mi masticado francés, le pedí a un par de Georgianas que me prestaran su lipstick, para poder también dejar mi recuerdo. Entre risas y silencios, caminé buscando un espacio con los labios rojos, casi rodeé la estructura, hasta que ahí encontré un espacio, que sé que esperaba por mí (porque las cosas les pasan a quien puede contarlas), y quedó el recuerdo. Una sola vez se vive en la vida, y una segunda vez jamás tendrá el mismo sabor e intensidad que la primera: “Un beso puede arruinar una vida” decía Wilde, ahora un beso podría arruinar su tumba.

Dice la nota en BBC Mundo:

Una pared de cristal se interpone entre la tumba del escritor Oscar Wilde y los besos de sus admiradoras. A pesar de que existía una multa de hasta US$12.000 para quien besara la sepultura, la piedra solía estar llena de decenas de siluetas de labios. La tarde está tranquila en el cementerio del Père Lachaise de París. A pesar del frío de un día gris, turistas y parisinos pasean bajo los árboles que el otoño de la capital francesa dejó sin hojas.
En la calle Carette del cementerio, muchos de ellos se detienen frente a una tumba especial que todos los mapas del lugar señalan. Aquí es donde descansa el famoso escritor irlandés Oscar Wilde: una tumba de piedra clara, coronada por una estatua realizada por el escultor estadounidense Jacob Epstein.
Desde este miércoles el público no se puede acercar. La tumba está protegida por el muro de cristal. Ahora parece como nueva. El gobierno irlandés acaba de pagar su remodelación para quitar las huellas rojas que dejaban las admiradoras del autor al besar la piedra.
En la placa se lee el siguiente mensaje: "La memoria de Oscar Wilde se debe respetar. Por favor no desfigure esta tumba. Es un monumento histórico protegido".
Una turista se acerca. "Ya he estado aquí. Mira como quedó", le dice a su amigo. "Antes esta tumba estaba llena de besos. El mío estaba por aquí me parece", comenta al señalar un lado de la piedra.
Al parecer, la grasa contenida en los lápices de labios usados dañaba el monumento, y cada limpieza provocaba la erosión de la piedra, que se volvía porosa. Para luchar contra el fenómeno, se ha instalado un cristal hasta media altura, que impide tocar la tumba.
Pintura de labios 'corrosiva'
Aunque algunos reconocen que es una costumbre un tanto rara y macabra, la mayoría de los turistas parecen decepcionados por el cambio. Entre ellos, Kylie, una australiana de 27 años, que decide tomarse una foto delante del monumento, fingiendo pintarse con lápiz de labios.
El periodista británico Merlin Holland, nieto de Oscar Wilde, durante la inauguración de la "nueva" tumba del escritor.
"La primera vez que vine no había besado la tumba. Pensaba hacerlo hoy pero ya no es posible", le cuenta la chica a la BBC. "Me gustaba más antes, tenía más personalidad. A mí me parece que le hubiera gustado más a Oscar Wilde tal como era antes", añade la gran amante del autor, conocido por su homosexualidad, que le valió una condena a dos años de cárcel.
Al final, sólo el guardia parece estar satisfecho por la medida. Thierry lleva cinco años trabajando en el cementerio. "Antes, cuando pasábamos por esta calle, muchas veces veíamos a mujeres besando la tumba. No entiendo porqué, supongo que una lo hizo y las demás siguieron el ejemplo", explica.
"Nosotros sólo les explicábamos que no podían y que era muy caro limpiar. Pero no entendían porqué otras lo habían hecho y ellas no tenían este mismo derecho. Además, la mayoría eran turistas y no entendían lo que les decíamos", añade.
Sin duda, los verdaderos amantes de Oscar Wilde conseguirán nuevas formas de demostrarle su afecto al autor del Retrato de Dorian Gray. Mientras alguien ha dejado una flor amarilla en el suelo, otros han preferido continuar con la costumbre del beso. El tronco del árbol que parece estar vigilando la sepultura ya lleva marcas de besos.

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Y aquí, para matizar la noticia, el corto de Wes Craven Paris, Je T´aime que transcurre en el cementerio Pére Lachaise y que incluye la tumba de Oscar Wilde, en homenaje a los 111 años de la muerte del universal escritor. De nada.

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