Balance a lo Bridget Jones


No puedo quejarme de este 2011, es verdad. He viajado mucho, me publicaron 24 mil ejemplares de uno de mis cuentos, me enamoré, viajé para descubrirme nuevamente ansioso, superé (espero) mi miedo a los aviones, colaboré en la edición de varios libros de nuevos colegas de oficio, tuvimos nuestro primer stand propio en la Feria Internacional del Libro, publiqué algunos cuentos en formato PDF para descarga gratuita, aprendí a consolidar mi soledad de vivir solo, amé a distancia, aprendí una nueva canción en mi vieja guitarra, cociné para mis amigos, me embriagué algunas veces, lloré en silencio mis soledades, aprendí a cocinar platos que antes me parecían imposibles… perdí un buen amigo, me gané pleitos ajenos, me hice fuerte, lloré, cómo no, sentado solo en mi estudio frente a un teclado… leí 73 novelas, muchas de ellas pésimas, pero las buenas me llenaron de alegría y ambición (de escribir, si se entiende), le enseñé a un amigo algunas cosas sobre edición, enseñé lo poco que sé en mis talleres, conocí más personas, vi crecer a Joaquín, compré mi primer frigidaire, vi perder a mi selección luego de haber cocinado lechón al horno para celebrar un triunfo que nunca llegó, entrevisté en vivo a Oswaldo Reynoso, viajé al norte con amigos escritores en una aventura literaria inolvidable, llegó Dantés, mi perro cruce de Fila con Pit Bull a la casa, volví a la bicicleta, amé a una mujer, odié las distancias, escuché nuevas canciones, lloré por Pierina, escribí tres nuevos cuentos, perdí varios premios, celebré en soledad mi soledad, cumplí 37 años en compañía de amigos inesperados (gracias), aprendí a bailar salsa con Violeta, confirmé mi adicción a las Pilsen verdes, paseé en bote con Cecilia, me reconcilié con mi amigo luxemburgués, bebí en San Felipe con un antiguo amigo, escribí un cuento para niños, tomé miles de fotos con una cámara que luego me robaron en un restaurante, me dejaron criticar cine en la web más odiada y querida del espectáculo, me decepcioné de varios amigos, decepcioné a varios amigos, vi llorar a mi madre, me reconcilié interiormente con mi padre, quise más a mis hermanos, me caí en la pista volcando la bicicleta, hice el amor una vez cada quince días (algunas veces una vez al mes), fracasé en muchas cosas: aprendí de eso, salí en una antología con un cuento sobre la época del terrorismo, envié encomiendas al extranjero, decepcioné a dos personas a las que aún estimo mucho (y con las que aún estoy en deuda), regresé a Arequipa, ciudad maravillosa y donde me encantaría vivir, rescatamos a Domingo de Ramos de las bravas aguas de Punta Negra, reímos mucho luego, reí mucho en este 2011, compartí penas y alegrías con mis amigos más cercanos, conocí nuevos amigos, perdí un amor, fui mucho al cine, aprendí la diferencia entre el algodón y lo sintético, recibí mensajes insultantes, puse mis segundas luces navideñas, maldije las distancias, insulté a muchas personas (nunca me escucharon), vi todo Fellini, me quedé atrapado en un ascensor, tuve que pedir varias veces disculpas, cometí muchos errores, cometí algunos aciertos, terminé mi nuevo libro de cuentos (ya era hora), me embarqué en decenas de proyectos, pedí dinero prestado, aprendí lo maravilloso que es el caldo Maggi con agua caliente cuando hace frío y no hay dinero, abracé a mi abuela, la vi reír, comí mucho helado, aposté a los caballos, dediqué un cuento, perdí varios negocios, aprendí a ser tolerante (aún me cuesta), me enseñaron con una sonrisa que a pesar de todo lo malo las cosas pueden terminar bien, decepcioné a una amiga y a su esposo, me perdí muchas veces, me encontré algunas, caminé mucho, visité a un amigo terminal, no fui a su entierro, fui a pescar, me reencontré con amigos perdidos, prometí más de la cuenta, abandoné el facebook un mes, aprendí a jugar Play Station, fui a varios conciertos, lloré de emoción en el concierto de James, extrañé mucho a una mujer, y ahora, con todo lo que acabo de recordar, a manera de inventario, creo que puedo decir que fui feliz. Feliz año del fin del mundo para todos, porque algo es seguro: sólo se vive una vez.



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