Diarios de bicicleta


Hay una mujer sosteniendo a una niña pequeña entre sus brazos, está sentada en la banca que da frente al acantilado. A pocos metros pero sobre el césped, una pareja se provee de abrazos y caricias desesperadas. Ese es todo el panorama esta mañana, gente que se quiere y gente abandonada en esta Lima que cada vez es más impersonal. Como siempre, paso por el acantilado con la bicicleta, pedaleo ida y vuelta desde mi casa en Miraflores hasta Jesús María, mi barrio de siempre, mi querido barrio. Cada mañana es distinta, esta vez está nublado (felizmente, no soportaría otro martes de sol abrasador y sin un sol en el bolsillo para comprar un helado de chicha morada de la D´Onofrio, con lo ricos que son), las chicas en patines pasan a mi lado sonrientes, y no, no es por mí, es porque seguro conversan con alguien en el celular o porque están cantando alguna canción. En mis audífonos suena The Who, alguna canción antigua, seguramente. La primera vez que cambié de ruta estaba escuchando a Billy Idol, recuerdo claramente la escena porque estaba a toda velocidad sintiendo el viento en la cara y entre los cabellos cuando salió de la nada una pequeña de unos 3 años delante de mí. Grité lo más que pude, el padre, tremendo huevón, la dejó en la vía de ciclistas mientras descargaba algo del coche. Estaba frente al parque María Reiche, entonces le grité, grité dos, tres veces en pocos segundos pero la niña no se movió. La madre me vio y seguramente habrá entendido mi cara de desesperación porque venía a todo cuete y bajó corriendo del carro justo cuando yo torcía el timón y me iba de cabeza 4 metros abajo con la bicicleta encima. Nada le pasó a la niña, obvio, pero yo me saqué la putamadre. Tendido sobre el pasto y escuchando música celestial, pensé que había muerto, Miraflores es el único distrito en que sus parques tienen música clásica, pajita. Entonces la señora lo puteó al esposo mientras cargaba a la nena y bajaba en mi auxilio, pues alcancé a gritar ¡ayuda! antes de desmayarme. Cuando desperté, que fue a los segundos, estaba ya sobre la acera del malecón, la señora lloraba y me agradecía por no haber atropellado a la nena (pobre, seguro la habría pasado fatal, pero es increíble lo que uno puede pensar en fracciones de segundos: cuando tomé la decisión de sacarme la mierda cayendo al desnivel antes que llevarme de encuentro a la nena, pensé en Joaquín y lo vi bailando sus pasitos de Michael Jackson y corriendo a abrazarme cada vez que viene a verme, gritando ¡Tío Gabo! Y pensé que ya qué diablos, esta nena recién empieza y un golpe de bicicleta a toda velocidad te puede fregar no solo la cabeza, sino la vida. Y entonces viré.
Aquella mañana soñé con M, fue un sueño extraño pues no suelo soñar con ella, la ensueño, que no es lo mismo, y en ese delirio onírico ella sonreía a mi lado, pero estaba dormida. Yo caminaba hacia un teléfono público para llamar a mi madre y ella seguía a mi lado pero dormida, entonces yo me sentaba sobre una gran piedra plana y le conversaba, pero ella sólo sonreía y yo no alcanzaba a entender por qué sucedía eso, mas era conciente que se trataba de un sueño y entonces había que aprovechar la situación, pero el panorama cambió a un atardecer de esos que aparecen en el colomural de la escena donde Al Pacino mata al policía corrupto en Caracortada, y aparecieron una serie de personajes que no recordaba de hacía mucho tiempo. Desperté cuando sonó el timbre, y era un policía que venía a “sugerirme, honorable vecino” que por favor le bajara el volumen a la música, que los vecinos del segundo piso se estaban quejando de la bulla. Italianos de mierda, nada les costaba bajar un piso y pedirme que bajara la bulla, que alta estaba, y listo, pero no, tuvieron que llamar a la policía. Entonces el agente me miró bien a los ojos y sacó su línea, porque tontos no son, que llevaba varias copas dentro, asomó su cabeza por la puerta y vio que no estaba solo, y que sobre la mesa descansaban, muertas ya, algunas botellas de Ginebra. Le sugiero, me repitió, que le baje el volumen, Miraflores es un distrito con una campaña fuerte sobre el respeto al descanso y hemos eliminado los ruidos molestos, y aunque me gustan tanto los Rolling Stones como a usted, honorable vecino, pues a las 3 de la mañana no le suena bien a nadie, y todos tienen que trabajar ¿a qué se dedica usted?, soy escritor, no pues, me refiero en qué trabaja. Soy escritor. No, no me entiende, le pregunto que de qué vive. Vivo de escribir, le dije, de eso vivo. Me miró, creo que con cierta lástima, y se retiró. Se apellidaba Vega, lo leí en la plaquita que llevan sobre el bolsillo de la camisa. Regresé adentro cuando mis amigos ya le habían bajado la música y descorchaban un Malbec helado. Cambiamos el CD de los Rolling por uno de Sabina y entonces empezamos a conversar. Me gusta conversar y conocer, Isabel contaba de sus viajes por no sé dónde, Viviana contaba de sus viajes a provincia (donde todo es más bonito, más tranquilo y más relajado) y Gonzalo peleaba con Carlos por quién había escrito la mejor novela. Hace unos días perdí el celular y con él se fue mi agenda de contactos, por tanto, no tenía aquellos números que suelo marcar cuando estoy ebrio porque siento de repente que me hacen falta. Y sí. Me hacen falta. Entonces pido una canción en el karaoke y cuando está sonando, la llamo. Y canto. Y le pongo pasión y todos se emocionan y se me va la vida pidiéndole que me quiera tal como soy, con mis noches y mis días, con mi manera de amar, con mis penas y alegrías, etc. y cuando se acaba la canción y todos aplauden, me siento como Lavoe en El cantante, porque nadie pregunta si sufro si lloro, si llevo una pena, que hiere muy hondo, y etc. y salgo a la calle a fumar y ya son las cuatro de la mañana y ella me dice que deje de beber y que vaya a mi casa. Pero tú no estarás, le digo, y ella me dice, un día, Gabriel, un día. Pero sé que ese día no llegará y sus palabras solo son un placebo y entonces pienso en que me he vuelto un tremendo cojudo por andar pensando en tonterías en lugar de enfocarme en lo único que pide la gente: hacer dinero. Pero no me interesa mucho, en realidad, esas noches son impagables y la vida que he vivido, si bien no ha sido perfecta ha tenido sus premios y sus placeres, desde despertar bien abrazado hasta estar solo sobre el gras del malecón, al lado de mi bicicleta y con Edmundo Dantés, mi perro y amigo fiel, a mi lado, fumando un Lucky rojo viendo el mar, o leyendo alguna de Santiago Gamboa, o simplemente pensando en nada. Porque la nada ya es algo y porque todo esto salió de una mañana en que casi atropellé a una niña y que incluso fui a la tienda a cotejar mi Tinka para ver si me había ganado los 11 millones de soles con los que le compraría una casa enorme a mi viejita, allá frente a la playa y porque desde que me he dedicado a editar no he escrito una línea porque termino cansado de leer tanto y de estar frente al computador lee y lee para llegar a fin de mes y poder ir al cine tres veces por semana, como cada semana desde que tengo 28 años, en que por fin me liberé de aquella mujer y de aquel mal amor y empecé a vivir medianamente bien, pero al menos libre para moverme sin cadenas ni presiones y etc. (hoy ando muy etcétera) y empecé a querer más y mejor y cuando viré el timón de la bicicleta y antes de caer al piso y romperme una costilla (que me duele cada vez que respiro y, créanme, respiro a cada rato), pensé en todo esto y en la violencia con la que necesito, esta tarde, escribir y contar cosas y pienso más rápido de lo que tecleo y recuerdo el rostro de la niña y se me encoje el corazón de saber que pude haberla lastimado, pobrecita. Mejor no. Uno escoge, uno decide. ¿Qué es lo que hace hombre a un hombre? Fácil: sus decisiones. Y aunque me equivoque la más de las veces, sé que siempre se puede aprender (ya me puse autoayuda), en fin, que necesitaba volcar esto sobre el papel, y no sé si lo postee o no, la verdad que lo único que importa es saber si acaso alguna vez podremos ser felices (suena Bob Dylan en la radio y la enfermera me ha traido sopa caliente, qué rico) y listo. Me voy a tomar mi sopa de pollo mientras veo alguna serie en Fox. Ahí vamos… 

Comentarios

Kurt dijo…
Es verdad comparito, las decisiones te hacen mas hombre, verdad tambien que me haz llevado por aqui por alla y por aculla y si no me lo hubieras dicho no me habria dado cuenta. Y no es que tengas algun talento, me parece que tienes un talento descomunal, inmensurable y no deberias plantearte siquiera en abandonar tu vocacion sino seria mas triste que perder a una madre. no entiendo porque editaste tu primera entrada. Alli vi tu verdadero genio, pues fuiste mas sincero que nunca, tus razones tendrás, pero igual, está bien. Siempre te leo (Claro, siempre que puedo) y demás esta decir que te admiro comparito y si pudieras contestarme estas lineas pues estaria bien para mi que tambien quiero ser escritor, pero por ahora no paso de aprendiz, amateur o nada. Y sabemos que la nada ya es algo. Sigue así, sigue adelante. Hasta prontooooo.
Que lindo escribes, esa pasión de plasmar cosas tan simples te hacen diferente, y lo diferente es lo que apasiona. Cada vez que te leo sueles escarapelarme el cuerpo porque no son líneas que plasmas, es tu vida en papel. Eres genial, nunca lo olvides.

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