Problemas cotidianos



Cada vez que me acerco al word y veo la virtual página en blanco entiendo el terror al que se referían los grandes (y bloqueados) escritores de antaño. A mí me pasa que, dado mi trabajo leyendo y corrigiendo textos que no son míos, termino no sólo cansado de dicha labor sino que la vista y el alma no me dan para ponerme a escribir las mil cosas que se me ocurren a diario (bueno, casi a diario, a veces ando en piloto automático y, aunque amo lo que hago, el estar 10 horas leyendo, corrigiendo, volteando, sugiriendo, entendiendo y volviendo a leer no me dejan más ganas que enchufarme al tele, ir al cine o simplemente conectar el walkman –o el mp3, como quieran –y salir a dar vueltas en bicicleta, pero leer, manan. Lo mismo me ocurre con el facebook, maldición 2.0 del fisgoneo y el egocentrismo). Hace algunos años anotaba las cosas que se me ocurrían en una libreta que llevaba en el bolsillo (recuerdo que el cuento “El cazador de dinosaurios” los escribí íntegro y de un tirón en la combi que me llevaba de mi casa a mi trabajo en una editorial, ya desaparecida, que quedaba en La Molina), y así, si bien no siempre fue el caso, anotaba ideas por decenas que algunas veces llegaban a convertirse en textos con intención, pues una idea es sólo eso, una historia es otra cosa. Y así, por ejemplo, anoté la idea de una mujer que recibía una descarga eléctrica mientras podaba su jardín, y de pronto se veía convertida en un robot. Sí, suena idiota, pero en la ficción nada lo es si está bien contado (y aquí precisamente es donde entra la mano del escritor, el talento y la destreza: la magia); otra vez vi a una mujer discutiendo con un vendedor de pescado y la imaginé llegando a casa murmurando mil maldiciones para con el vendedor y que al llegar, oh! Maldición gitana! encontraba al esposo encamado con otra mujer. Las ideas brotan entonces de donde uno menos lo espera, pero son solo eso: ideas. Argumentarlas (desarrollarlas), requiere no solo disciplina y mucho trabajo, sino un combate frontal contra uno mismo y sus múltiples universos. Dar vida de verdad a un personaje requiere, además de una voz y una actitud frente a tal o cual situación, un espíritu, que solo con un buen trabajo de corrección y relecturas se puede conseguir.
Pero vencer a la página en blanco también se logra ejercitando la escritura misma, es decir, calentando la mano a diario (el hábito, la costumbre, el carácter. En ese orden). Y aunque no siempre uno anda con ganas de escribir porque no siempre lo que se escribe en interesante (aunque hay varios que creen que todo lo que escriben son genialidades dignas de ser labradas en roca viva por el rayo de Zeus), hay que intentar hacerlo así muramos de sueño. O tal vez hacer como ahora hago, escribir estas líneas para “calentar la mano” e intentar decir algo medianamente interesante, porque el lector merece respeto y que el escritor no lo subestime porque entonces estará perdido.
Sí, breve pero contundente. Aunque no siempre se logre. Tal vez como con estas líneas.



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