De terremotos y algo más...


La tecnología ha avanzado a pasos agigantados durante las últimas décadas, pero aún es incapaz de prevenir con algo de tiempo útil desastres tan terribles como el terremoto que ha devastado al Japón hace un par de semanas. Señal de los tiempos, que le dicen, estos dos últimos años han estado signados por desastres naturales tan terribles como el último (que incluso provocó un tsunami que unió a todo este lado del Pacífico en una movilización de defensa civil que no se ha visto en décadas), el terremoto de Chile, Nueva Zelanda, Haití, Turquía o las Islas Salomón, solo por mencionar algunos (en total fueron 21 sólo en 2010, aunque no todos causaron víctimas mortales debido a la localización de sus epicentros). Sumado a esto ha sobrevenido una oleada de información que está buscando aterrorizar a la población (imagino que esa es la intención sobre todo después de leer los últimos mensajes llegados a mi correo que anuncian estos eventos como el inicio del fin del mundo), y que han empezado a crear en la prensa amarilla titulares tan jalados de los pelos como “Así será el fin del mundo” con foto incluida de gente levitando hacia el infinito –y más allá– que terminarán, según unos, en naves marcianas y, según otros, en la quinta paila del infierno. Y la cosa va más allá de una broma de mal gusto, porque han empezado a aparecer sectas que, volante aparecido bajo la puerta de la casa, asegura tener la clave para estar dentro de los “escogidos” que no morirán en la hecatombe final. Me gustan algunas series del cable, y a veces nos pasamos largas tardes viendo temporadas completas con mi chica, en maratones que, de llegar el fin del mundo, seguro nos pescarían a mitad de una carcajada viendo The Big Bang Theory o Dexter. Pero una de esas series es 4400, esa serie donde aparecen (cómo no) en Estados Unidos, 4400 abducidos durante diferentes épocas. Si recuerdan bien las noticias esotéricas post atentado del 11 de setiembre (convertido en hito histórico por la prensa y en un referente numérico que los amantes del esoterismo han tomado como “clave” según las profecías de Nostradamus o los Mayas), la aparición de ovnis o de la figura del diablo en la humareda inicial al explotar el avión contra la primera Twin Tower provocaron las alarmas iniciales de ir atando cabos que conducen, inevitablemente, a vincular todos los últimos desastres como señales del fin del mundo. Sea o no verdad (a estas alturas ya dudo de todo y tengo un par de gorros en cucurucho de papel platino por si las moscas), es mejor estar prevenido, tener a la mano el equipo básico (linterna, botiquín, una radio a pilas –de esas que cuestan 10 soles en el mercado de Jesús María– y una manta de polar en una mochila) a la mano, tener cabeza fría para ir a un lugar seguro previamente ubicado y nada: esperar a que todo pase. Aunque cuando nos llegue la hora nos llegará (como en la famosa fábula del emperador chino al que un profeta le dice que un león le quitará la vida a su único hijo varón y este lo encierra en una habitación de madera donde le pintan a todos los animales del mundo y el niño, niño al fin, golpea la imagen del león y una astilla se introduce en su piel, esta se infecta y muere, irremediablemente, por culpa de un león). Mientras tanto, prevenir sería bueno, y es nuestra mejor opción (tal vez la única).

Comentarios

NORA ALARCÓN dijo…
Estimado Gabriel:

Que estupendo artículo. Después de todo tienes mucha razón. No se me había ocurrido tomar prevenciones. Aunque nuestra hora llegará en su momento. De hecho el susto paraliza; es triste y duro digerir todo los desastres que está sucediendo en nuestro planeta.
Con gratitud y cariño
Nora

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