¿Leer o morir?



En el políticamente correcto mundo del Facebook, he leído que "sin libros no se puede vivir". Es mentira, obviamente. Se puede vivir y bien, muy bien, teniendo absolutamente todo, incluso. Eso de que te vas a morir sin leer es tan falso como el amor de a tres, como la virgen que llora (la de Alan García, por si acaso), o la promesa del borracho que no va beber "nunca más". Se puede vivir y bien, decía, y ser buena persona y mejor padre (o madre). Las poses de locura de aquellos que dicen morir si les prohíben leer, como pescados fuera del agua (boqueando por no llegar jamás a conocer el Aleph), es bien, bien graciosa (y ridícula, como aquellos que escriben todo el tiempo que "no pueden dormir sin antes haber leido algo": ¿a quién michi le importa? ¿no será que leen para poder dormirse? ¿De verdad se creen eso? Pobres. "No se puede amar lo que tan rápido fuga", escribió el poeta de la mirada plácida. Tampoco se puede extrañar lo que no se ha conocido bien (o nunca).
Una vez le obsequié "Los detectives salvajes" a un congresista. Me había pasado toda la tarde anterior pensando en qué obsequiarle, y el libro estaba ahí, mirándome desde mi biblioteca, autografiado. Lo llevé y en un momento de la reunión, en "un aparte", como se dice, se lo entregué. Sonrió cuando descubrió el libro tras el papel de regalo. Le expliqué quién era Bolaño, la importancia que tenía para mí como escritor y como lector (sobre todo) y que era su obra maestra y bla bla bla. Con cada palabra dicha, la autoridad sonreía más y más, agradecido. "No esperaba menos de ti", me dijo. Y colocó el libro sobre la mesa.
Dos meses después volví a visitarlo (necesitaba que le escribiera un discurso). Y vi sobre la mesa, en el mismo lugar, mi ejemplar (ahora suyo) autografiado de "Los detectives salvajes". Impoluto, virgin-virgin (como le decíamos al Chino, un amigo de la universidad en aquellos años). Intacto. Escribí el discurso, obviamente, sonreí, bebí un par de Coca Colas, y a la primera que pude, metí el libro en mi casaca. Me lo llevé a casa de nuevo, donde tenía que estar, pero me quedé con una duda. Y ahora que leí ese estado de Facebook, entendí que es mentira eso de que "no se puede vivir sin leer", "Ay es el infierno mismo", "Ay me queman los ojos", "Ay mi mujer y yo siempre leemos antes de dormir" (yo no puedo aceptar eso, qué aburrido), o cosas por el estilo.
No se ama lo que no se conoce, escribió Luchito Hernández en un poemón: quién soy / sino quien amas / quién soy / simplemente quien conoces (es lo que recuerdo). Y es cierto. Se puede vivir, y bien. Aunque nunca plenamente. Siempre faltará algo, pero claro: nunca lo sabremos.
Todo lo demás, es pose.

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