Otra vez


Han pasado casi dos meses desde que posteé algo en el blog. Y aunque me había prometido definitivamente cerrarlo, hoy desperté con las ganas de volver a escribir y compartir con los lectores algunas de las cosas que se me ocurren y/o suceden en este país de las maravillas que es el Perú. Y además de eso, últimamente me andan asaltando sueños demasiado surrealistas (desde ovnis que surcan el cielo a mitad de la noche, una voz que me despierta diciéndome: te quedan 36 meses –y no sé de qué-, y hasta uno donde un gato intentaba tragar mi mano en medio de una panadería mientras mis amigos compraban cerveza), por lo que creo que si no los escribo o busco expiarlos a través de la escritura, terminaré definitivamente orate. Así que acá me tienen, otra vez, intentando reinventar el blog, otra vez, prometiéndome que ahora sí, lo juro, escribiré más y más seguido, otra vez, y que aprovecharé la coyuntura que vive mi país, el Perú, para comentar algunas cosas con mayor extensión de lo que me permite el adictivo facebook, que sí pienso cerrar de una vez y para siempre (otra vez).
Con todo, hoy sábado tuve la última clase con mis alumnos del taller de narrativa infantil, un taller para pequeños escritores que, para ser honesto, son los verdaderos culpables de que hayan vuelto a mí esas ganas virulentas por escribir y postear, luego de responder a infinidad de preguntas sobre por qué escribir y para qué (la curiosidad de los niños es increíble). Y es que, además de eso, han sido días bastantes extraños los que han transcurrido las últimas semanas, y tal vez se deba a la densa neblina marina en la que amanece envuelta mi barrio, o tal vez a que mi vida se ha ido transformado, lentamente, en la de un adulto completo que aún se mantiene renuente a abandonar al niño que lleva dentro. No lo sé. Tal vez sea la sonrisa de XYZ las últimas mañanas, y esas ganas de salir antes del desayuno a caminar por el malecón hasta la playa. El misterio de los cambios, que le dicen. Intenté hacer un balance de lo que fue mi año que pasó, pero resultó bastante extenso y por momentos doloroso, exasperante algunas veces y gratamente feliz desde que XYZ apareció en mi vida. Entonces, y como nada es para siempre, espero que me duren estas ganas, otra vez, de escribir más y de seguir viviendo y bebiendo de esta vida que, a cada año, parece transcurrir no solo a mayor velocidad, sino con menos tiempo para encontrarse con uno mismo, e intentar ser feliz. Otra vez.

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